6. ¿Se puede curar la LMC?

Hasta el momento, el trasplante alogénico es el único tratamiento con capacidad curativa demostrada de la LMC. Los pacientes jóvenes que reciben un alo-TPH de un donante familiar idéntico en la fase inicial de la enfermedad presentan una supervivencia libre de enfermedad a los cinco años entre el 60 y el 85%. La mayoría de estos pacientes están curados, sin necesidad de tratamiento para la LMC nunca más, aunque pueden necesitar otros tratamientos de por vida para controlar los problemas potencialmente causados por el trasplante. Ante una eventual recaída de la LMC, que puede ocurrir entre un 5% y un 15% de pacientes, se pueden administrar fármacos (TKI o interferón) o transfundir al paciente linfocitos del mismo donante inicial del trasplante.

La capacidad curativa de los TKI no está confirmada, por lo que no se puede recomendar la interrupción del tratamiento sin un motivo justificado, por el riesgo de reaparición de la LMC. En estudios clínicos controlados se está evaluando la posibilidad de suspender el tratamiento en un grupo de pacientes con excelentes respuestas moleculares y que han negativizado durante largo tiempo el oncogén BCR-ABL, ya que hay indicaciones de que cerca de la mitad de los pacientes de esta categoría permanecen sin reaparición del BCR-ABL y de que si reaparece, conserva la sensibilidad al tratamiento con TKI.

 

6.1 ¿Cómo se controla la respuesta al tratamiento?

En las primeras visitas de control se hace hincapié en la tolerancia al tratamiento, la mejoría en los síntomas de la enfermedad y la aparición de posibles síntomas de toxicidad de los TKI. Se realiza una exploración física, para comprobar la reducción del tamaño del bazo y análisis de sangre cada dos semanas, hasta la normalización de las cifras de células sanguíneas.

Una vez conseguido el control hematológico de la LMC, se realiza una segunda punción de médula ósea entre los tres y seis meses del inicio de la terapia, para comprobar la respuesta al tratamiento, y que conoceremos por la proporción de células con cromosoma Ph, que va disminuyendo. Esta prueba debe repetirse cada seis meses hasta la respuesta citogenética completa. Una vez que se ha alcanzado la respuesta citogenética completa, el seguimiento puede hacerse por análisis de sangre, salvo que aparezcan signos de progresión de la LMC o de otras complicaciones que requieran un nuevo estudio de médula ósea.

Si con imatinib no se obtiene una respuesta idónea en los tiempos de tratamiento establecido, normalmente una respuesta hematológica a los tres meses, una respuesta genética de calidad a los seis y doce meses y una respuesta molecular mayor posteriormente, hay que investigar por qué la medicación está fallando. Puede deberse a un problema de toma, absorción o metabolización del medicamento y una mutación en la leucemia que haya provocado la resistencia a imatinib. En este caso hay que utilizar otro TKI que sea eficaz o un tratamiento alternativo. La resistencia a los TKI se puede deber a mutaciones en distintos puntos del gen BCR-ABL o a otras alteraciones cromosómicas.

 

6.2 ¿Cuándo hay que realizar estudios moleculares?

Para observar la evolución de la enfermedad a nivel molecular, esto es, para ver si va disminuyendo o incluso llega a desaparecer el oncogén BCR-ABL, debe realizarse un estudio molecular de la sangre una vez que ya ha desaparecido el cromosoma Ph en el análisis de los cromosomas. Estos estudios están indicados tanto si el paciente ha sido trasplantado como si es tratado con medicamentos, imatinib u otros TKI habitualmente. Estos estudios moleculares se realizan inicialmente cada tres meses, y cada seis o doce meses una vez que se ha obtenido la respuesta molecular completa, con la desaparición del BCR-ABL en dos análisis sucesivos.

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